Fumo, y como lo que se me antoja. No hago ninguna actividad física. Creo que todo ese conjunto de cosas casi me impide no llegar al destino que yo quería, la maravillosa Laguna del Huemul a 1950 metros sobre el nivel del mar.
Yo quise conquistar mucho antes este lugar, pero debido a que a veces hay imprevistos como que tu novio se queda dormido más de la cuenta debido al cansancio de la semana, eso no fue posible la primera vez, pero la segunda vino como un hermoso regalo de navidad.
Ya sé que ha pasado mucho tiempo desde que la visité, pero no quería no escribir sobre esta laguna y creo que es una buena forma de reabrir mi blog.
Aunque la dificultad de este trekking, tanto a nivel físico y técnico es medio, a mi me pareció algo más que eso.
La ruta que comienza en el Valle Las Trancas es de al menos 7 horas entre ascenso y descenso y aunque al llegar al Valle de Shangri- Lá todo va bien y la cumbre a la que debes llegar se ve bastante cercana, lo cierto es que esto es totalmente engañoso.
Tras adentrarte por un hermoso bosque por el cual pasa un arroyo, todo se vuelve complicado cuando empiezas a notar que los arboles que antes estaban muy juntos, ahora comienzan a estar separados.
La pendiente comienza a ser casi vertical en algunos tramos y se dificulta porque las piedras se van desprendiendo. En diciembre el sol era abrazador y aunque yo no llevaba peso, el calor y el cansancio me hacían difícil respirar.
Un señor con pinta de gringo venía bajando cuando nosotros subíamos. Era de avanzada edad así que yo pensé que si él había podido llegar, yo también lo haría, pero nunca pensé que el camino fuera tan largo y demandante.
Debo admitir que las vistas desde la altura eran espectaculares. El volcán en su esplendor, el valle y su extensión, el refugio diminuto entre un mar de formaciones rocosas de lava volcánica.
Cuando me detuve a descansar en un tramo, vi como el volcán Chillán que tenía en frente comenzaba a humear. Quizás el humo no era tanto, pero si hubiesen escuchado el ruido que venía de debajo de la tierra, uno que yo no había escuchado jamás, se hubiesen asombrado. Era como una olla hirviendo a punto de estallar, pero eso no pasó, ya que este volcán es travieso y al parecer sólo nos quería saludar y dejar una linda postal.
Cuando mi pareja me dijo que ya faltaba poco, al verme casi rendirme, una señora y sus hijos bajaban desde la Laguna del Huemul. Sin duda ella me vio mal y por eso intentó darme fuerzas diciendo que yo era joven, que la meta merecía la pena y que sólo faltaba una hora para llegar al destino esperado.
¡¡Una hora más aún!! De verdad, casi me rindo porque el tramo que quedaba era empinado, lleno de piedras y arena que con cada paso caían y el cerro detrás del que estaba la laguna parecía inalcanzable aún teniéndolo en frente porque el camino serpenteaba hasta él.
Creo que sólo llegué a destino por no defraudarme a mi misma, por pensar todo el tiempo en vencer mis limitaciones y porque no decirlo, por no defraudar a mi pareja que iba entusiasmado, con una mochila a cuestas para que yo no llevara peso y con un paso rápido y seguro delante de mí algunos metros.
Fue un camino duro, no llevábamos bastones para el ascenso y el calor y la altura no me ayudaban en nada, pero cuando ya casi caminaba por inercia, una piedra marcaba el fin del camino y sólo quedaban un par de pasos para disfrutar de la vista de la laguna desde arriba.
Lo había logrado, quería llorar, pero de felicidad por haber cumplido lo que para mi era una hazaña. Ahí estaba la vista hermosa y mi amor con un abrazo apretado y reconfortante de esos que por sí solos dicen que valió la pena todo el esfuerzo.
Bajamos hasta orillas de la laguna, enmarcada entre cerros rocosos y verdes en pleno diciembre.
Me quité la ropa y me sumergí en las aguas de una temperatura perfecta para calmar mi cansancio y el peso en mis piernas. Allí descansamos y cocinamos, y es que en lugares así la comida más simple sabe deliciosa, sobre todo si es en tan buena compañía.
Ese fue mi 24 de diciembre del 2018, la antesala de una posterior cena de navidad en la denominada Catedral de la Naturaleza en el terreno de mi primo.
Fue una víspera de navidad distinta, pero tan especial, tan memorable, tan irrepetible. Un momento en el que agradeces por estar ahí, por tener a quien tengo a mi lado, por vivir de una manera tan distinta a como vivía hace algunos años, por poder lograr salir de mi zona de confort y visitar un paisaje que sólo puedes apreciar si tienes fuerza de voluntad, determinación y ganas.
A continuación les dejo el mapa de la ruta por si alguno se ánima a ir, pero tengan en claro que este trekking es demandante para quien no tiene la condición física adecuada, como yo, por ejemplo.
Es recomendable llevar bastante agua, ir con ropa adecuada y sobre todo tener zapatos con buen agarre. No lleves peso innecesario porque te arrepentirás mientras subes y aplícate protector solar si vas entre noviembre y abril, porque luego la laguna se congela en invierno y en otoño, por las fotos que he visto, se puede apreciar rodeada del rojizo de las hojas de los árboles en esa temporada por lo que he de decir que en cualquier temporada es maravillosa, aunque en invierno la subida debe ser aún peor por lo resbaloso de la nieve y el hielo.
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